lunes, 21 de julio de 2014


Su diseño es ciencia ficción hecha realidad, un paso adelante en la adaptación de la tecnología al cuerpo humano. Google Glass, el ordenador portátil en forma de gafas con un dispositivo OHMD incorporado,  fue nombrado una de las invenciones del año allá por 2012 por la revista Time. Algunos consideran que está llamado a revolucionar futuro del neuromarketing. ¿Será posible?

Hasta ahora, uno de los problemas de esta rama de la mercadotecnia ha sido la alta exigencia tecnológica.  Los métodos de investigación como la electroencefalografía o resonancia magnética requieren maquinaria  puntera y exigen una cuantiosa inversión. Además las condiciones de estudio suelen ser bastante rígidas y limitan sino anulan la movilidad de los sujetos de estudio. Costes y limitaciones técnicas hacen que las muestras suelan ser pequeñas, y por lo tanto se extiendan dudas sobre las conclusiones de los estudios. 

Con Google Glass las problemas de movilidad quedarían anulados.  La calle y el hogar pasan a ser el nuevo laboratorio, un territorio sin corsés científicos, donde el usuario se desenvuelve con naturalidad. A través de su uso, los portadores de Google Glass dan información de sus gustos y hábitos.  A cambio de ofrecer un producto práctico y atractivo, se podrían conseguir muestras más grandes y por lo tanto, representativas.  De popularizarse el producto, el gigante de Sillicon Valley se encontraría con una mina de datos de miles de personas.

La información a tiempo real de hábitos y preferencias combinados con datos de geolocalización  abre las puertas a desarrollar una publicidad más precisa y oportuna. Falta implementar una manera sistemática de obtener información sobre emociones del usuario, y  de reducir el coste,  que se aventura alto.

Sin embargo,  dado su potencial, no faltan empresas que venzan las barreras presupuestarias y estudien desde el neuromarketing las posibilidades de la tecnología portátil. La firma canadiense True Impact ha hecho pruebas combinando un dispositivo eye-tracker con un medidor de ondas cerebrales para estudiar el uso de ciertas aplicaciones móviles.  Google sabe de ese interés y ya patentó en agosto de 2013 un sistema para tarifar la publicidad a través de sus gafas. El día del pay-per-gaze parece acercarse.

A este futuro lleno de posibilidades no le faltan nubes en el horizonte. La precisión en la información se basa en un métodos altamente invasivos y ha hecho saltar las alarmas sobre privacidad. No en vano en un estudio realizado en America por Toluna el 72% de los encuestados rechazaban Google Glass porque sentían que podía amenazar su intimidad.  La reciente marcha de Google de Babav Parviz, creador del dispositivo, no ayuda a disipar dudas y reticencias a falta de que éste se comercialice a gran escala.

La combinación de Google Glass y neuromarketing puede suponer una revolución en data mining, pero también una serie de peligros para la intimidad que la gente no está dispuesta a asumir. El tiempo dirá si la actitud de la sociedad cambia o nos encontramos ante una linea roja.

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