jueves, 7 de agosto de 2014



Las noticias negativas llenan los medios un día sí y otro también. Crímenes, desastres y guerras abren los telediarios y copan portadas, dando fotos y testimonios que corren como la pólvora por redes sociales. Críticas feroces se alzan contra los medios por ofrecer violencia gratuita, pero más bien parece que, como Mind Hacks nos señala en un interesante estudio del que se hacen eco, centrarse en el espectador sea más apropiado.

La investigación, llevada a cabo por Trussler y Soroka, buscaba dilucidar el posible atractivo de las malas noticias para la audiencia. Con este fin, buscaron voluntarios para un supuesto estudio de un video mediante eye-tracking. Durante la sesión, con la excusa de calibrar el aparato de medición, se les informaba de que debían escoger una serie de artículos sobre política en una web y leerlos al completo. Esta prueba era el verdadero experimento.

Al ser interpelados con posterioridad a la entrevista, los sujetos señalaban su preferencia por las noticias positivas y se mostraban críticos con los medios. Sin embargo, los resultados del eye-tracking arrojaron una conclusión bien diferente: los sujetos tendían a elegir y leer noticias negativas.  Por lo tanto, no es de extrañar la política de contenido de los medios: los periodistas no harían más que adaptarse a los gustos de la audiencia. 

Para los investigadores estos resultados son un reflejo claro del sesgo de negatividad. La explicación de este concepto parte de la necesidad de estar preparado para reaccionar rápido ante amenazas, aspecto clave en la supervivencia. Este sistema de alerta temprana se refleja en diversos aspectos. Por ejemplo, seres humanos tendemos  a detectar con mayor facilidad palabras negativas como "muerte", "cáncer" o " accidente"  que palabras positivas como "amor" o " diversión".

Los científicos también señalan como causa detrás del atractivo de las malas noticias la tendencia a ver el mundo un lugar mejor de lo que es realmente. El progreso técnico ha llevado a sentir una sensación de seguridad inaudita hace 100 años. A pesar de la posibilidad de turbulencias, existe más tendencia a pensar que la resolución de un problema sea feliz.  En este marco, las malas noticias resultan más sorprendentes y llamativas.

Lo negativo vende y lo seguirá haciendo. Es un recurso útil no sólo para el periodismo sino para las ONGs que alerten sobre catástrofes humanitarias o instituciones que pretendan concienciar de los riesgos de conducir alcoholizado. La única incertidumbre es saber si el exceso de utilización de este recurso no acabará por matar su capacidad de ir más allá del mero impacto.

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