La cara asustada de un estudiante salido de entre el humo de una estación de metro en Bruselas. La respiración agitada de una escaladora atrapada en un laberinto de pared y roca durante una tormenta. El niño que llora desconsolado perdido en una jungla de asfalto.
Miedo.
El miedo es un complejo proceso psicofisiológico basado en un circuito heredado de nuestros ancestros y procesos cognitivos enfocados a detectar y responder a amenazas externas. Regula nuestra interacción con el entorno con un objetivo claro: sobrevivir.
El mecanismo del miedo
Tener miedo es pensar que se está en peligro. Para llegar a esta conclusión, los estímulos recibidos a través de nuestro sentidos hacen un viaje de la mente inconsciente a la consciente.
Grandes exploradores del cerebro han trabajado durante décadas adentrándose y cartografiando las rutas del miedo. Gracias a ellos hoy en día se tiene una idea de cómo procesamos el temor. LeDoux es uno de ellos y explica como funciona este mecanismo paso a paso.
1.- Salta la alarma: el estímulo amenazante - un tigre corriendo hacia nosotros- es captado por nuestro circuito de supervivencia, localizado en la zona subcortical.
2.- Zafarrancho de combate: el circuito moviliza rápidamente cuerpo y mente para afrontar la amenaza. Se activa el sistema nervioso autónomo para preparar la respuesta fisiológica. Se dilatan pupilas, aumenta el ritmo cardiaco, la piel se abre para transpirar. El cerebro segrega neuromoduladores varios- serotonina, dopamina, etc- activando los circuitos cognitivos. Nuestro atención se despierta: el procesamiento de la amenaza pasa a ser consciente.
3- Plan de acción: los circuitos cognitivos activos contextualizan y categorizan la amenaza y su magnitud- saber si estamos en peligro o no-. Aquí es cuando nos damos cuenta que el tigre es parte de una película o es real. A partir de esta toma de conciencia calibramos la respuesta. Si no es una verdadera amenaza, nos relajamos. Si lo es, tenemos 3 opciones: detenernos, huir o luchar.
El origen del miedo: ¿innato o aprendido?
El miedo a las arañas o serpientes nos parece natural, pero también hay gente con miedo al dinero, a la ropa o a las flores. Este extraño abanico de terrores ha despertado la curiosidad por explorar el origen del miedo. ¿Cómo llegamos a saber que una serpiente es peligrosa? ¿Cómo alguien puede llegar a sentirse amenazado por un inofensivo clavel?
Nuestros miedos son fruto de un cocktail de factores genéticos, psicológicos y ambientales. Las fronteras entre ellos son difíciles de diferenciar. Al fin y al cabo, el entorno y nuestra experiencia en él son claves en la expresión o anulación de ciertos factores genéticos. Las abejas pueden parecernos peligrosas, pero quizá un chico criado entre enjambres y colmenas no comparta esta opinión.
Las investigaciones apuntan a que el circuito de supervivencia de nuestro cerebro viene con un sensor de serie que salta ante cierto tipo de estímulos. Podría tratarse-es una especulación- de estímulos que, por perturbar el correcto funcionamiento del organismo, son percibidos como una amenaza. Así, por ejemplo, alguien podría detectar que el fuego es peligroso porque al acercarse a la llamas percibe un alarmante incremento de temperatura. La reacción normal sería alejarse para corregirlo.
Sin embargo, este mecanismo básico es muy rudimentario y se va sofisticando en base a un desarrollo cognitivo y una experiencia de interacción con el entorno. La memoria es la piedra angular de este proceso . Un ataque de un perro, las noticias en el telediario, las conversaciones con nuestros amigos o costumbres van dando referencias que amplían el catálogo personal de estímulos amenazantes. Así aprendemos a temer.
Este aprendizaje puede ser consciente o inconsciente, de tal manera que podemos llegar a sentir miedo por algo sin conocer la causa. Así pues determinar el origen de ciertas fobias se antoja complicado.
La ansiedad: familia emocional del miedo
Muchas veces, sentimos una preocupación ante una amenaza no presente. No tiene que haber un estímulo externo. Basta con recordar algún recuerdo desagradable para que surja. Es lo que se conoce como ansiedad.
La ansiedad, a diferencia del miedo, no suele implicar una activación del circuito de supervivencia. Más bien es un proceso cognitivo que responde a momentos de inseguridad, en los que pensamos que podemos correr diversos peligros.
El miedo y su aplicación práctica
El miedo ha sido una arma persuasiva empleada para someter la voluntad o cambiar el comportamiento de la gente. Su uso se ha extendido a diversos ámbitos que han sido objeto de estudio por la psicología y la neurociencia. En este caso nos centramos en 3 áreas.
Periodismo
Los telediarios suelen ser un compendio de pequeñas y grandes tragedias. ¿Por qué? Las noticias negativas captan mejor la atención (Trusler y Soroka, 2014). Contamos con un sesgo de negatividad, que nos dota de una predisposición a captar mejor lo negativo, pues estamos programados para responder rápido a amenazas. En la lucha por la audiencia de informativos, el uso de la tragedia se antoja fundamental.
Marketing político
En los últimos años se ha visto un auge de la extrema derecha en Europa y Estados Unidos. El triunfo de su discurso conservador y antimigratorio ha sido posible gracias al clima de miedo generado por la crisis económica. Evidencias apuntan a que una mayor predisposición al miedo (Hatemi et al., 2013) y una mayor aversión al riesgo (Schreibel et al., 2013), propias de tiempos de incertidumbre, están conectadas con posturas conservadoras.
Marketing comercial
El miedo a perder una oportunidad es un argumento persuasivo empleado en promociones de ventas. Orientar el enfoque del consumidor - framing - en este sentido podría ser muy eficaz. Hay resultados que apuntan a que mostrar el resultado de perder una oferta tiende a aumentar las conversiones (De Martino et al., 2006).
Referencias
* Foto de cabecera de Business Learning Solutions.
LeDoux, J. (2015) Anxious: Using the Brain to Understand and Treat Fear and Anxiety. Viking.
Schreibel et al. (2013) Red Brain, Blue Brain: Evaluative Processess Differ in Democrats and Republicans. PLOS.
Hatemi et al. (2013) Fear as a Disposition and an Emotional State: A Genetic and Environmental Approach to Out-Group Political Preferences. American Journal of Political Science.
De Martino, B. et al. (2006) Frames, Biases and Rational Decision Making in the Human Brain. Science Magazine.
El mecanismo del miedo
Tener miedo es pensar que se está en peligro. Para llegar a esta conclusión, los estímulos recibidos a través de nuestro sentidos hacen un viaje de la mente inconsciente a la consciente.
Grandes exploradores del cerebro han trabajado durante décadas adentrándose y cartografiando las rutas del miedo. Gracias a ellos hoy en día se tiene una idea de cómo procesamos el temor. LeDoux es uno de ellos y explica como funciona este mecanismo paso a paso.
1.- Salta la alarma: el estímulo amenazante - un tigre corriendo hacia nosotros- es captado por nuestro circuito de supervivencia, localizado en la zona subcortical.
2.- Zafarrancho de combate: el circuito moviliza rápidamente cuerpo y mente para afrontar la amenaza. Se activa el sistema nervioso autónomo para preparar la respuesta fisiológica. Se dilatan pupilas, aumenta el ritmo cardiaco, la piel se abre para transpirar. El cerebro segrega neuromoduladores varios- serotonina, dopamina, etc- activando los circuitos cognitivos. Nuestro atención se despierta: el procesamiento de la amenaza pasa a ser consciente.
3- Plan de acción: los circuitos cognitivos activos contextualizan y categorizan la amenaza y su magnitud- saber si estamos en peligro o no-. Aquí es cuando nos damos cuenta que el tigre es parte de una película o es real. A partir de esta toma de conciencia calibramos la respuesta. Si no es una verdadera amenaza, nos relajamos. Si lo es, tenemos 3 opciones: detenernos, huir o luchar.
El origen del miedo: ¿innato o aprendido?
El miedo a las arañas o serpientes nos parece natural, pero también hay gente con miedo al dinero, a la ropa o a las flores. Este extraño abanico de terrores ha despertado la curiosidad por explorar el origen del miedo. ¿Cómo llegamos a saber que una serpiente es peligrosa? ¿Cómo alguien puede llegar a sentirse amenazado por un inofensivo clavel?
Nuestros miedos son fruto de un cocktail de factores genéticos, psicológicos y ambientales. Las fronteras entre ellos son difíciles de diferenciar. Al fin y al cabo, el entorno y nuestra experiencia en él son claves en la expresión o anulación de ciertos factores genéticos. Las abejas pueden parecernos peligrosas, pero quizá un chico criado entre enjambres y colmenas no comparta esta opinión.
Las investigaciones apuntan a que el circuito de supervivencia de nuestro cerebro viene con un sensor de serie que salta ante cierto tipo de estímulos. Podría tratarse-es una especulación- de estímulos que, por perturbar el correcto funcionamiento del organismo, son percibidos como una amenaza. Así, por ejemplo, alguien podría detectar que el fuego es peligroso porque al acercarse a la llamas percibe un alarmante incremento de temperatura. La reacción normal sería alejarse para corregirlo.
Sin embargo, este mecanismo básico es muy rudimentario y se va sofisticando en base a un desarrollo cognitivo y una experiencia de interacción con el entorno. La memoria es la piedra angular de este proceso . Un ataque de un perro, las noticias en el telediario, las conversaciones con nuestros amigos o costumbres van dando referencias que amplían el catálogo personal de estímulos amenazantes. Así aprendemos a temer.
Este aprendizaje puede ser consciente o inconsciente, de tal manera que podemos llegar a sentir miedo por algo sin conocer la causa. Así pues determinar el origen de ciertas fobias se antoja complicado.
La ansiedad: familia emocional del miedo
Muchas veces, sentimos una preocupación ante una amenaza no presente. No tiene que haber un estímulo externo. Basta con recordar algún recuerdo desagradable para que surja. Es lo que se conoce como ansiedad.
La ansiedad, a diferencia del miedo, no suele implicar una activación del circuito de supervivencia. Más bien es un proceso cognitivo que responde a momentos de inseguridad, en los que pensamos que podemos correr diversos peligros.
El miedo y su aplicación práctica
El miedo ha sido una arma persuasiva empleada para someter la voluntad o cambiar el comportamiento de la gente. Su uso se ha extendido a diversos ámbitos que han sido objeto de estudio por la psicología y la neurociencia. En este caso nos centramos en 3 áreas.
Periodismo
Los telediarios suelen ser un compendio de pequeñas y grandes tragedias. ¿Por qué? Las noticias negativas captan mejor la atención (Trusler y Soroka, 2014). Contamos con un sesgo de negatividad, que nos dota de una predisposición a captar mejor lo negativo, pues estamos programados para responder rápido a amenazas. En la lucha por la audiencia de informativos, el uso de la tragedia se antoja fundamental.
Marketing político
En los últimos años se ha visto un auge de la extrema derecha en Europa y Estados Unidos. El triunfo de su discurso conservador y antimigratorio ha sido posible gracias al clima de miedo generado por la crisis económica. Evidencias apuntan a que una mayor predisposición al miedo (Hatemi et al., 2013) y una mayor aversión al riesgo (Schreibel et al., 2013), propias de tiempos de incertidumbre, están conectadas con posturas conservadoras.
Marketing comercial
El miedo a perder una oportunidad es un argumento persuasivo empleado en promociones de ventas. Orientar el enfoque del consumidor - framing - en este sentido podría ser muy eficaz. Hay resultados que apuntan a que mostrar el resultado de perder una oferta tiende a aumentar las conversiones (De Martino et al., 2006).
Referencias
* Foto de cabecera de Business Learning Solutions.
LeDoux, J. (2015) Anxious: Using the Brain to Understand and Treat Fear and Anxiety. Viking.
Schreibel et al. (2013) Red Brain, Blue Brain: Evaluative Processess Differ in Democrats and Republicans. PLOS.
Hatemi et al. (2013) Fear as a Disposition and an Emotional State: A Genetic and Environmental Approach to Out-Group Political Preferences. American Journal of Political Science.
De Martino, B. et al. (2006) Frames, Biases and Rational Decision Making in the Human Brain. Science Magazine.
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