La cara es el espejo del alma, dice el refrán, y no han faltado estudiosos volcados en buscar las claves de las emociones en la expresiones faciales. El mismísimo Charles Darwin, autor de la teoría de la evolución, fue pionero en apuntar allá por 1870 que los seres humanos, con independencia de la raza o edad, expresaban las emociones de manera similar.
Prácticamente un siglo después el psicólogo Paul Ekman se lanzó en un viaje por el mundo para corroborarlo. Fue enseñando a gente fotos de rostros que expresaban 6 emociones básicas identificadas por él: miedo, asco, tristeza, ira, alegría y sorpresa. Al interpelado se le daba la opción de elegir entre esas 6 opciones. Los resultados mostraron que, en una punto y otra del planeta, las elecciones de la gente coincidían, apuntalando la idea de que la forma de expresar emociones era universal.
Pero la contribución de Ekman fue más lejos. Se sabe que en muchas ocasiones, la gente trata de esconder sus emociones. Sin embargo, el investigador descubrió que, por un instante e inconscientemente, el rostro muestra lo que siente de manera genuina. Ekman catalogó esos reveladores gestos fugaces como microexpresiones faciales.
Estudios posteriores corroboraron las afirmaciones de Ekman y sus ideas se popularizaron. El psicólogo se convirtió en consultor de la CIA y FBI, entre otras. En base a sus teorías se entrenó a agentes en interrogatorio y detección de sospechosos. El propio Ekman crea su propia empresa, que desarrolla y comercializa software y cursos de estudio facial.
Sin embargo, al cabo de un tiempo surgieron voces en contra de las teorías de Ekman, siendo Liza Barret una de las más destacadas. Según esta psicóloga canadiense, los estudios de Ekman estaban sesgados, ya que obligaban a elegir entre una serie de opciones, limitando su respuesta. Por otro lado, Barrett afirma que las emociones definidas por Ekman- miedo, asco, tristeza, ira, felicidad y sorpresa- no son formas básicas puras. En realidad, dice la experta, la arquitectura de las emociones se levanta sobre una estructura más compleja.
En este video la científica expresa con claridad su concepción de la emoción:
Apoyándose en la neurociencia, se ha ido descubriendo cómo la mente gestiona las emociones. Al comienzo, era común identificar que una parte del cerebro cumplía una función concreta. Por ejemplo, la amígdala se activa con emociones negativas. A medida que la investigación ha avanzado, se ha descubierto que una parte del cerebro cumplía más funciones, en muchos casos contradictorias o con poca relación aparente. En el caso de la amígdala, se descubrió con posterioridad que se activa también con emociones positivas o cuando reconocemos a una persona.
Ante esta situación, se debe seguir profundizando, tratando de hallar la verdadera base de las emociones. Esto permitirá construir una teoría de la emoción más completa sobre el procesamiento y expresión facial de las emociones. La neurociencia jugará un papel clave en desarrollar una explicación precisa sobre la conexión entre lo que pasa en nuestro cerebro y se refleja en nuestro rostro.
En lo que concierne al neuromarketing, el desarrollo en este campo resultaría tremendamente interesante. Existen ya compañías como Affectiva que han creado software y métodos de estudio específicos. Los avances en la compresión de emociones ayudarían a hacer más precisa la decodificación facial, haciendo que los estudios de las empresas de neuromarketing contaran con una mayor solvencia.
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