lunes, 18 de mayo de 2015




Presumimos de racionalidad cartesiana a la hora de tomar decisiones, pero somos emocionales sin remedio. Como descubrió  el neurocientífico Antonio Dimasio, las emociones no sólo intervienen en nuestras deliberaciones, sino que son necesarias en dichos procesos.  La gente con daños en las áreas cerebrales dedicadas a la gestión emocional presenta serias dificultades a la hora de dirimir cuestiones simples como elegir ropa y comida.

Comprar o no comprar es también otra decisión más de nuestro día a día, basada también más en la emoción que la razón, y por la  que las empresas despliegan toda su batería de marketing.  De hecho, el estudio de las emociones es centro de interés de la neurociencia aplicada a la investigación de mercados.

En las investigaciones se han empleado de manera generalizada dos parámetros de medición básicos:
  • Valencia:  hace referencia al tipo de emoción en rasgos generales. Puede ser positiva  o negativa.
  • Arousal: hace referencia a la intensidad de la emoción. Indica reactividad ante estímulos y predisposición a la acción.  Puede ser alta o baja.
Ambas se combinan en una escala para detectar el nivel y características del engagement emocional



¿Y por qué no se apuesta por medir directamente alegría, rabia o tristeza? La respuesta es que las fronteras de las emociones son difusas. La neurociencia tiene localizadas las regiones cerebrales implicadas en el procesamiento de emociones- ínsula, nucleus accumbens, amígdala, cortex orbital frontal- pero todavía no ha logrado dilucidar de manera clara y definitiva el proceso para cada una . Como resultado es difícil conocer donde uno pasa de enfado a rabia o de estar contento a entusiasmado.  Se entiende así que las emociones no son discretas sino continuas.  El enfoque puede que no dé la exactitud deseada, pero como señala Taleb, mejor estar en lo cierto en líneas generales que equivocado con suma precisión.  

Por otra parte, para la que los resultados sean significativos, se necesita que haya cierto consenso emocional entre los individuos de la muestra . Con este objetivo  se pueden emplear mapas de dispersión donde los puntos de coincidencia los puntos de coincidencia emocional queden expuestos.  La experiencia de empresas como BitBrain apunta a que no se necesitan muestras muy grandes-de unas  40 personas- para los estudios.

La neurociencia es una disciplina aún con mucho camino por delante. La clave en la medición de emociones estará en seguir indagando en los mecanismos cerebrales y delimitar con mayor precisión las diferencias en el procesamiento de las distintas emociones. 

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